Despierta. No está acostumbrado a caer inconsciente. No está
acostumbrado a viajar entre planos. Se pregunta dónde está, se pregunta cómo ha
conseguido llegar ahí.
Cierra los ojos y piensa. Sólo piensa durante un instante
antes de levantarse en el tiempo en el que tarda en abrirlos de nuevo; sus armas
no están atadas a su cinto, su cinto no está en su cintura. Está desnudo y
sopla un viento helado. No tiene su anillo.
Huele a aire limpio y hoguera cercana. Brilla un sol de
mediodía y hay roca y nieve alrededor del pequeño campamento en el que se
encuentra, cuenta diez tiendas, de tamaño individual, dispuestas en tres
hileras y con una más alejada alineada en la hilera del centro, liderándolas.
Suena a golpe de acero contra hueso, el hueco sonido de un escudo parando un
golpe de madera. Levanta la mirada, hacia el horizonte. Todo son montañas.
-Al menos tengo aliados a los que recurrir- dice, tratando
de simpatizar con las desconocidas masas de roca.
Desvía la mirada hacia su alrededor más inmediato: una pendiente, una ladera rocosa, y un ser
alado se alza de espaldas a él por encima de lo alto de la pendiente.
El ser lanza
un rayo de luz abrasadora, profiere un grito y se abalanza sobre lo que muy
seguramente es un campo de batalla improvisado.
Vengadora melenafuego |
Se acerca a la tienda de campaña separada de las otras.
-De estar, está todo
aquí. Si no, o ha desaparecido o lo llevan encima.
Su mente va más despacio que sus acciones, aún está entumecido
y con el cerebro poco despierto, pero el movimiento es más inmediatamente
necesario que el plan de acción. Encuentra su ropa, encuentra su cinto. Faltan
sus armas y su anillo.
-Perfectamente desarmado, más me vale no toparme con alguien que sepa de magia.
Mientras se viste, sigue evaluando mentalmente sus
posibilidades.
-Ese bichejo alado
puede ser un problema, puede que esté solo para cuando suba- Piensa con
preocupación.
Domri Rade |
El combate estalla en cuestión de segundos, Domri Rade hace
aparecer dos bestias del tamaño de tres hombres, de largos y afilados
colmillos.
“Esos colmillos casi
parecen dos sables largos, probablemente los use a modo de cornamenta, da igual
que su defensa sea perfecta, esos mostrencos no van a dejar títere con cabeza,
y yo necesito mi sable y mi anillo.”
Al pasar estas palabras por su mente, se cruzan más
sentimientos que el ansia de recuperar sus bienes más preciados. Se suman la
compasión por el soldado a punto de ser aplastado y la curiosidad por el ser
alado. La pasión de un reto más allá de un duelo de espada o de llamas; de
superar lo que su madre adoptiva considera para él un peligro insalvable. Busca
la roca más elevada a este lado de la explanada, la escala y dirige su voz al
ser alado, haciendo señas para que se acerque. La mujer, sorprendida, le hace
una pregunta y parece preparada a abalanzarse sobre él, espada en ristre. No
hace falta más. Siempre tuvo facilidad para los idiomas.
-No, sólo quiero recuperar mis armas y salir vivo de aquí. Tengo
un objetivo y me alegra saber que estoy en el lugar apropiado, viendo que aquel
es Domri Rade. Os ayudaré por el momento. Después veré si perdono vuestras
vidas- Es un farol, sin sus espadas ni su anillo es muy complicado que pueda
derrotarlos.
-Bien, veo poder en tus ojos, pero un niño con poder es a
menudo una molestia más que una ayuda en el campo de batalla. Si lo que quieres
es salir vivo, lo más seguro es que debas renunciar a tus posesiones, el capitán
de este batallón las porta confiscadas. No se va a retirar antes que ninguno de
sus soldados y quiere que todos sobrevivan.- La voz de la mujer alada suena
como un canto inspirador para él. Esa voz profunda y serena es la fuerza que
necesitaba para despertar su mente.
El joven desarmado se dirige con voz potente al capitán.
-Capitán, tiene mis posesiones más preciadas en su poder.
Deme su palabra de que me las devolverá inmediatamente tras la batalla, y
ayudaré al batallón a salir de esta- No
sabe si su voz llega a oídos del capitán, pero se concentra para hablar como
Els le enseñó y habla con naturalidad a pesar de no saber si es escuchado.
-¿Otro como el ojito derecho de la general Aurelia? Si no
eres capaz de mantener tus propias armas cerca de tí no creo que vayas a ser de
mucha ayuda. No molestes más, aprovecha tu suerte y lárgate con tu pellejo
mientras nos encargamos de conseguir un almuerzo más decente que las raciones-
El mensaje del capitán suena en su mente.
Entrando en el estado mental de combate, piensa: -Terco y
estúpido, como cualquier soldado con la adrenalina fluyendo. Que tenga buen
apetito es moral alta, sin embargo. Si esas bestias lo devoran sí que será
imposible recuperar mis armas, por no hablar del problema que tendré con aquel
canijo medio calvo si me quedo solo.-
No puede lanzar hechizos de llamas sin su anillo. No puede
entrar en combate sin sus sables. Sólo le queda la magia de supresión táctica
que Els le enseñó antes de marcharse a Theros. Y tal vez pueda infundir algo de
valor en este hatajo de desgraciados.
La formación se prepara para resistir un ataque, la mujer
alada observa y concentra sus energías.
No se percata hasta ese momento de lo buena que es su
posición en la roca elevada. Mira a su alrededor buscando llanuras en
lontananza. Encuentra una a la derecha de la posición de su oponente, y otra
detrás de un bosque a la izquierda del mismo. Extrae energía de la llanura que hace de campo
de batalla y de la llanura a la derecha, y la dirige hacia la montaña más
cercana. Brotan cadenas de la montaña, que se lanzan a por los colmilludos,
arrastrándolos hasta la montaña, y atándolos con una fuerza propia de dioses a
ella. El invocador de las bestias
obtiene maná de las zonas boscosas a sus espaldas, y convierte las cadenas de
uno de los colmilludos en hojas y raíces, liberándolo. El colmilludo se dirige
de vuelta a la batalla.
Colmilludo Krosano |
Cuando abre los ojos tras concentrarse, ve caer una placa
metálica a sus pies. Un puño. Rojo como el fuego, blanco como el sol del
mediodía. La guerrera alada se gira dándole la espalda de nuevo, y se lanza a
frenar la carga del colmilludo, gritando: -¡Por la Legión!
-¡Necia, el crío no tiene idea de cómo usar el amuleto, te
necesitamos para lanzar los conjuros!- Brama el capitán.
El segundo colmilludo está a punto de chocarse contra la
guerrera voladora cuando Domri Rade alza su cetro, lo hace girar, lo clava en
el suelo, y el tamaño del colmilludo se multiplica por cuatro. La ahora colosal
bestia pega los colmillos a ras de suelo, dispuesta a lanzar por los aires a
todo aquel que se cruce en su camino.
El capitán, desesperado ante semejante desproporción de
fuerza, da la única orden que puede dar: -¡Maldigo a esta melenafuego desde mi propia tumba y después de muerto
como no salgamos de esta! ¡SOLDADOS, PARAD A LA BESTIA!-
Amuleto Boros |
la espada y de fuerza el cuerpo del capitán. Los soldados de a pie, de uniforme blanco y equipamiento idéntico, cargan con una coordinación milimétrica. La guerrera alada lanza otro rayo de luz a la par que avanza por encima del batallón. El capitán, notando su fuerza incrementada, salta para caer sobre el escuálido místico de las bestias. Para verse envuelto repentinamente en un banco de niebla que cubre todo el campo de batalla. Minutos después, cuando la niebla se dispersa, lo único que queda es el cadáver gigantesco de una bestia colmilluda, y los cadáveres de unos cuantos guerreros primitivos delante de donde el batallón mantenía la posición defensiva.
Con la bestia cocinada y los soldados comiendo y haciendo
bullicio, el joven desarmado se dirige a la guerrera de la melena de fuego con
intención de devolver el amuleto.
-Es cierto, la melena parece arder permanentemente como la
luz del sol del mediodía.- Dice en tono neutral, con la intención de crear una
simple conversación.
Como hombre joven, le maravilla la belleza de aquel ser cuya
naturaleza le es tan desconocida; hasta puntos indignos de mención. Pero debe
mantener la compostura, no se trata de una doncella; es una guerrera ardiente
hasta el último cabello.
-No pronuncies palabras que tus ojos puedan desmentir, joven
forastero. La lujuria no tiene cabida en la vida de un soldado. Apréndelo, o
perece ante la espada del primer ángel de batalla que no esté en deuda contigo.
Además de formidable guerrera, profunda, sabia, atenta.
Atónito, abre la boca para decir algo, pero la guerrera lo interrumpe.
-Tal placer mundano no es comparable con el fragor de la
lucha. El reto de lo carnal no significa nada ante el reto de la autosuperación
y la gloria. El vicio distrae tu mente, hace temblar tu temple. Por no hablar
de los cientos de normas tanto angelicales como de la propia Legión Boros que
lo prohíben por completo mientras se está de servicio- deja de hablar para un
breve silencio - Antes de que preguntes, si estás en activo, estás de servicio.
Nadie te obliga a quedarte, y la jubilación una vez envejeces es más que
excelente. Porque doy por hecho que quieres entrar.
Aún impresionado por la capacidad de deducción del ángel,
encuentra una idea en la que depositar su mente, y sobre la que puede articular
palabra.
-Probablemente haya tenido suficiente suerte como para
desaprovecharla. Esta legión parece coincidir en muchos aspectos con mis
aptitudes, y probablemente pueda serme de ayuda en mi búsqueda.- Cree
sinceramente que, aparte de entrar, deberían ponerle al mando de este batallón.
Como poco.
-Sobre eso debes hablar con el capitán. Te está ignorando a
propósito, sabe que te consideras superior a él. Te quiere dejar claro que no
es así. Porque no es así. Tal vez en otro lugar, en otro tiempo. Pero no aquí,
no ahora.
Una vez más, el ángel
lo abruma con su capacidad de leer el corazón de los hombres. ¿Tal vez sus
pensamientos son demasiado evidentes? El joven, desarmado, se dirige sin mediar
palabra hacia el capitán, con paso firme y actitud confiada.
-Hola- Saluda.
-Nombre, procedencia, motivo de tu estancia, y por qué un
crío como tú porta dos sables que serían la envidia de cualquier espadachín
jamás conocido por la historia de Rávnica, así como un anillo con forma de
dragón.- El tono del capitán es cortante.
-El nombre de pila es Mikla, mi lugar de origen no lo
conozco, pero antes que aquí, recuerdo haber estado en dos lugares, el primero es
un pueblo en la región material del plano de Kamigawa, donde mi padre me enseñó
esgrima y forjó mis sables. Luego desapareció. El segundo es Bant, un fragmento
del plano de Alara, donde una mujer me acogió y me educó, pues era poco más que
un niño salvaje y armado cuando me marché persiguiendo a mi padre.
El joven para, esperando a que el capitán pregunte sobre el
anillo.
-¿Y qué hay del anillo con forma de dragón?- El tono del
capitán es de suma desconfianza.
-Resulta complicado para un hombre compartir sus males de
amores con otro cuando ni siquiera conoce su nombre- Hacer referencia a la
hombría de los soldados suele funcionar para despertar camaradería, una
enseñanza de Els.
-Capitán Tájic, al mando del Séptimo Regimiento de
avanzadilla de la Legión Boros-
El capitán no es un trozo de metal insensible, después de
todo.
-Hasta que no tenga un buen motivo para devolverte tu
anillo, no lo haré. Puedes llevarte tus armas. No me gustan los hombres desnudos,
por mucha ropa que lleven.
Todos los artes mostrados en esta entrada son utilizados para las cartas homónimas del juego de cartas intercambiables Magic: The Gathering, todos los derechos pertenecen a Wizards of The Coast.
Todos los artes mostrados en esta entrada son utilizados para las cartas homónimas del juego de cartas intercambiables Magic: The Gathering, todos los derechos pertenecen a Wizards of The Coast.