Estoy trabajando en renovar el blog por un blog de relatos y personalizaciones de MTG. Los eventos volverán más adelante. Discupad las molestias.

martes, 25 de marzo de 2014

Saga Hechicera - Lucha de Héroes

Saga Hechicera - Lucha de Héroes (X EPU)

Escrito por Ciervo

<<No le pidas a Dios una vida más fácil, pídele ser mas fuerte>>

Hoy es un día frío que amenaza tormenta en el plano de Malil y nos hemos visto atraídos hasta aquí con promesas de nuevos conjuros o aliados más poderosos con los que aplastar a nuestros enemigos. Quizá por eso hoy hay adeptos de todos los círculos: Piromantes lacayos de Rakdos, señores de las bestias, fanáticos de Erebos, adoradores de Aurelia... Y yo que sigo creyendo en las promesas de Jace Beleren referentes a la destrucción de la mente como forma de combate. Aún tengo reciente la imagen de hechiceros retorciéndose ante la desesperación momentos antes de que una de sus bestias me plaque contra una roca o me lance contra el follaje... Y yo odio mancharme con esos repugnantes seres corpóreos.

Esos y otros pensamientos pasaban por la cabeza de aquel al que llaman Ciervo, famoso por sus conjuros de dementación y erosión de tierras antes de que estas puedan materializarse en el plano donde pueden crear cualquier cosa.

También llamaba la atención un niño que empezaba a ser conocido por dejarse abrazar por los poderes de la oscuridad como ironía a su nombre puesto con la imagen de un ángel de pureza innegable que ahora apestaba con el olor de los cenagales y la muerte de sus siervos... A su eterno favor.

Una figura gigantesca y cubierta de ramas y malezas identificaban al señor de las bestias que venía golpeando desde otros planos con sus criaturas salidas de los bosques más profundos llamados por los siervos de Llanowar y otros pueblos silvanos adoradores de la naturaleza. Se le conocía como Taiga, el también señor de los fragmentados.

Los otros dos hechiceros formaban una extraña pareja: Un hombre vestido para la guerra con una armadura blanca e impoluta, al servicio de Aurelia y su legión de Boros y a su lado un hombre cubierto de girones chamuscados y ojos perdidos en locura y destrucción. Se decía que el hombre había degenerado a la furia roja de Chandra Naalar

-Míralos- susurraba el tritón hipnótico al agente de Beleren. -Antes de que se den cuenta no encontrarán palabras para pronunciar sus hechizos; ésa es la especialidad de mi señor... De TÚ señor.

-Recuerda que soporto a Jace por conveniencia- le respondió Ciervo al tritón -Pero tú no eres más que una cosa prescindible, así que no me obligues a tener que destruirte.

La criatura comenzó a reír.

-Te recuerdo que tus poderes solo afectan a los hechiceros. Las criaturas no tienen mente que quemar.

De pronto su rostro se torna serio y sus ojos comienzan a brillar.

-Tú me deberías temer ya que puedo destruir la mente de igual manera que tu lo haces a los demás.

El resto de hechiceros tenían conversaciones parecidas con sus "consejeros".

El soldado organizaba a sus tropas, el señor de las bestias terminaba de dar órdenes a los elfos, el piromante azuzaba a los diablillos y con su látigo atizaba a otras bestias que había traído, y el joven chiquillo simplemente se reía de su entorno.

-Atención hechiceros- Anunció el Ángel de Platino, un solemne árbitro de Malil.

-Ya sabéis por que estáis aquí, os estaré vigilando para que ninguno hagáis nada que manche el honor de este Plano. Al final del día se os otorgará vuestra recompensa. Con esto dicho, que comience la lucha.

No pasó mucho tiempo hasta que las primeras batallas comenzaran.

Maikol y su ejército observaban como transcurrían los primeros enfrentamientos encarnizados entre las dos parejas de hechiceros.

Taiga, el Señor de las Bestias, se lanzó de inmediato contra Ciervo ya que conocía su especialidad y prolongar ese combate sería dar un paso más hacia su condena. Los elfos le daban ventaja de maná y eso le permitió lanzar los fangos antes de que se perdieran en el olvido.

-Flamma ardeat oblivionis cogitationes tuae- pronunciaba Ciervo mientras Taiga sentía como cada pensamiento y cada palabra se quemaban como la brea incendiada dentro de su cabeza; pero ya estaba hecho. Las criaturas de Taiga devoraban los cangrejos que potenciaban sus poderes para usarlos a su favor y pronto el dolor de la cabeza de Taiga desapareció y solo quedó la imagen del cuerpo de Ciervo bajo las pezuñas de una de sus bestias esperando la orden para aplastarlo sin esfuerzo.

- ¡Déjale! ¡No supone ninguna amenaza para nosotros! - gritó Taiga a su criatura mientras se dirigía directo a por Maikol que aguardaba con el pendón en la mano y su ejército listo para cargar.

Los dos seguidores de las sombras libraban una batalla cruel pero decantada a favor del chiquillo por una simple razón: Keitaro, conocido por sus dotes pirománticas, había lanzado a los esclavos minotauros a la batalla antes de tenerlos siquiera organizados y ello se tradujo en una aniquilación total de sus fuerzas ante las tácticas implacables del chiquillo. Nadie esperaba tanta crueldad detrás de algo tan joven.

Tras encargarse de Kei, se fijó en que Taiga iba derecho a por Maikol y dejaba libre a Ciervo.

-Aún tengo más ganas de divertirme y han dejado un juguete desatendido para mí - Canturreaba Ángel mientras se dirigía a por la figura que luchaba por incorporarse con grandes esfuerzos.

-Al menos, me darán tiempo para prepararme como es debido- pensaba Keitaro mientras le asestaba una patada al cuerpo sin vida de uno de los grandes minotauros que había sido destrozado -Sacos de carne inútiles... Ya me encargaré de castigaros como es debido.

-¡CARGAAAD!- gritó Maikol a pleno pulmón mientras sus guerreros se lanzaban de lleno contra las bestias de Taiga en un frenesí de sangre y violencia. La batalla campal teñía de sangre las rocas y los arboles de los que emanaba el poder que alimentaba ambos ejércitos en una reyerta que parecía no tener un favorito... Hasta que los chamanes de Taiga recurrieron a una táctica para mover la balanza a su favor."Mother Earth e whakakahore ana ki te hakari e kua tenei koe" cantaban los elfos, y con cada frase que pronunciaban, Maikol sentía como el mana se escurría de sus dedos y no podía realizar sus hechizos mientras las bestias de Taiga ganaban terreno a mayor velocidad.

-Maldito gorila... Esto lo pagarás caro- prometía Maikol mientras se retiraba de la batalla ante la escalada de violencia de las bestias de Taiga.

Pero no se había llegado a alejar del todo cuando una bola de fuego estallaba bajo sus pies y lo mandaba volando unos metros de su posición.

-¿A dónde te crees que vas?- decía sonriendo Keitaro mientras su brazo izquierdo era cubierto por las llamas - Eres mío, soldadito, y vas a arder.

Ciervo se había levantado cuando Ángel se presentó delante de él con sus criaturas listas para la batalla. Viendo como habían ido las cosas antes decidió pasar a la ofensiva: si no podía agotar su mente, su cementerio alimentaría sus ejércitos. Con este pensamiento en mente, Ciervo alzó a sus zombies en armas para eliminar a la amenaza de manera contundente antes de que pudiera pestañear. La batalla se cobraba muchas víctimas pero algo extraño ocurría. Los cadáveres desaparecían y los zombies se debilitaban poco a poco según transcurría el combate.

De pronto se dio cuenta: Más de esos cienos invadían el campo de batalla y devoraban los cuerpos haciéndose más y más grandes.

-Con que los malditos oledores de flores no pueden estarse quietecitos sin amargarme la existencia... Ya me encargare de esa terrible molestia- dicho esto, Ciervo consiguió escabullirse de la batalla.

Ya había visto suficiente por el momento.

Ángel aún se reía cuando un Baloth montado por Taiga estuvo a punto de aplastarlo de una embestida.

-¿Te has hecho daño pequeñín?- bramó Taiga -Pues prepárate porque esto es solo el principio-

El señor de las Bestias reía ruidosamente mientras saltaba al suelo desde su montura aunque la alegría no le duró mucho ya que antes de tocar el suelo una criatura le interceptó de lleno haciéndole impactar contra el suelo de manera estrepitosa.

Los chillidos de los diablillos empalados en las lanzas Boros invadían el ambiente aunque cada cierto tiempo olas de fuego carbonizaban a los soldados que llegaban a la vanguardia de la refriega. Llegado el momento, Keitaro canalizó el maná que lograba extraer de las montañas y mando un chorro de fuego y escoria directo hacia Maikol que solo podía rezar por que el sufrimiento acabase pronto. Para su sorpresa, la oleada acabó súbitamente ya que Keitaro se había quedado sin suministro mágico pero eso no le alegraba ya que estaba cubierto de quemaduras y apenas resistiría un par de golpes en pie.

Las tropas de Maikol seguían controlando a los diablillos Rakdos que se lanzaban a por él hasta que, detrás de sus filas, Keitaro se reía mientras su mano comenzaba a arder: Tenía un ángulo perfecto y el remate listo. Después de recolocarse en una posición óptima para el disparo, Kei apuntó al hechicero Boros con su mano terminando de recitar el conjuro pero Maikol entonces golpeó el suelo y Kei se dio cuenta de la trampa: Bajo sus pies se iluminó el Sello de Boros que detonó dejándolo inconsciente tras aterrizar en el suelo aún humeando. Maikol entonces consiguió esbozar una sonrisa mezclada con una mueca de dolor.

-Vaya... ¿Eso ha sido todo? y yo que empezaba a divertirme.

Ciervo desde la espesura observaba como el combate entre Taiga y Ángel terminaba con ambos hechiceros al borde de la extenuación mientras las bestias se destrozaban entre sí aunque estaba claro que Taiga mantenía el control sobre Ángel y su final sería irremediable.

-¿Es que no te cansas de fracasar miserablemente una y otra vez? Estoy seguro de que Jace no se alegrará de..." de pronto, las palabras del tritón se interrumpieron al impactar un haz negro contra él atravesándole el pecho.

Poco después de que la luz de sus ojos se apagara, Ciervo alzó una mano sobre el cuerpo y, recitando unas palabras, una sombra emanó del cuerpo inerte dando formas a un espíritu atormentado que era capaz de poco más que servir a los deseos de sus amos.

-Te lo advertí, y ya es hora de que reclame lo que me pertenece por derecho. Sentenciaba Ciervo mientras poco a poco dejaba que la oscuridad se mezclara con los poderes mentales que había obtenido hasta entonces.

<<No son las malas hierbas las que ahogan la buena semilla sino la negligencia del campesino>>

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